Opinión

El milagro de Llaneros Fútbol Club se llama Juan Carlos Trujillo

Por: Alfonso Sierra Trujillo

Hoy cuando muchos se suben al bus de la victoria y aparecen en las tribunas del estadio Bello Horizonte Macal orondos luciendo la camiseta llanerista, es más que justo y merecido reconocerle el éxito de Llaneros Fútbol Club a quien lo merece, su presidente y máximo accionista, Juan Carlos Trujillo. ‘Honor a quien honor merece’.

En una ciudad amnésica donde las cosas se olvidan con sorprendente facilidad, y muchas ni siquiera se conocen porque las personas poco o nada se informan; es preciso refrescar la memoria y regresar en el tiempo para ponerse en contexto y comprender la verdad completa. Dicho está que las verdades a medias son mentiras.

La compra de la ficha propiedad del club Academia Compensar por inversionistas foráneos y metenses, incentivados por la institucionalidad de la época, permitió en el 2012 que Villavicencio volviera a tener equipo en la Primera B, luego de estar un año huérfano del mismo, tras la ida en la mitad de 2011 de Centauros Villavicencio, convertido en Universitario de Popayán.

Tan cierto es que la gestión de gobierno por aquel entonces fue de vital importancia para que se adquiera el club y naciera Llaneros Fútbol Club, como que quienes se convirtieron en sus accionistas y/o lo administraron en los inicios, en un año y medio, aproximadamente, lo llevaron por un despeñadero y a tener un pasivo que llegó a estar por el orden de 2.800 millones de pesos en deudas.

La crisis en la que se sumió el club hizo que los ‘accionistas’ fueran abandonando el barco y vendiendo su propiedad accionaria, entre ellos, los que en algo menos del 50 por ciento de esta, representaban a la región. Al cabo de un tiempo los que manejaron a Llaneros en la etapa de despegue, se lanzaron en paracaídas y salvaron su inversión.

En una sociedad anónima como es Llaneros, la participación accionaria es un bien de capital, y sus propietarios pueden vender cuando quieran hacerlo. Están en todo el derecho, porque es su dinero invertido. Más temprano que tarde, la institución llanerista pasó a ser en su totalidad de inversionistas no metenses, porque los de aquí, solo estuvieron en las buenas. La historia vivida con Centauros volvió a darse. No aprendimos.

Sobreaguando, haciendo convenios con equipos como Santa Fe, dando tumbos y sosteniéndose en medio de grandes dificultades de dinero, que terminaron inclusive en paros de jugadores y en el riesgo de que el club perdiera el Reconocimiento Deportivo por incumplimientos en pagos salariales; la gestión directiva de los dueños no dejó hundir el barco, y por lo menos lo mantuvo a flote, que ya era muchísimo que decir.

Ante el inicio de la remodelación del estadio Macal, el propietario de Llaneros FC, Cesar Guzmán, decide llevarlo a Tunja donde jugaba su otro club, Patriotas FC, del que sigue siendo el dueño. El traslado sembró la incertidumbre sobre si el equipo retornaba a Villavicencio o no. El panorama para el fútbol profesional en la capital del Meta era tan oscuro y tenía tantos nubarrones, como los que cubrieron la ciudad la mañana de este domingo.

Sin embargo, como tantas veces se ha dicho en el argot popular, ‘después de la tormenta viene la calma y sale el sol’. Cuando más pesadumbre había en la afición y se veía casi perdida la posibilidad de que el equipo volviera al estadio Manuel Calle Lombana, apareció el salvador Juan Carlos Trujillo. Aunque en principio se dijo que Llaneros pasaría a llamarse Panteras y se iría para un municipio aledaño a Bogotá, la realidad fue distinta.

Este joven hombre antioqueño, residente en Bogotá, vio desde el principio lo que los ‘seudoempresarios o seudodirectivos nuestros’, nunca pudieron mirar debido a la miopía dirigencial que borraba su percepción y opacaba su entendimiento, y que no les permitió comprender lo que debía ser un verdadero club profesional de fútbol. Con su visión y experiencia empresarial, le apostó a tener una gran institución deportiva. Así se lo propuso desde el comienzo.

Tras comprarlo con una cuantiosa inversión, literalmente, Juan Carlos Trujillo recibió a Llaneros caído en el piso. En su archivo fotográfico conserva, como parte de la historia que puede contar con todos los detalles, las imágenes de las dos bolsas negras para basura en las que le entregaron los documentos del club. Sí, eso era Llaneros, papeles en dos bolsas negras para basura. La triste realidad de un equipo, porque de empresa nada tenía.

Con su espíritu de paisa ‘echado para adelante’, levantó las dos bolsas, las echó en una caja y se dijo, ‘voy a hacer el mejor o uno de los mejores clubes de Colombia’. Sin saberlo, tal vez, emuló en su pensamiento al presidente de la Federación Chilena de Fútbol, Carlos Dittborn Pinto, quien, defendiendo la candidatura de su país para ser la sede de la Copa del Mundo de la FIFA en 1962, expresó en su momento: ‘Como nada tenemos, todo lo haremos’.

Del Llaneros que compró Trujillo está solo el nombre. Atrás quedó el equipo que a cada santo le debía una vela, que sufría para armar las nóminas en el comienzo de las temporadas, que había llevado a sus hinchas y a la institucionalidad casi a olvidarlo, y que finalmente no era más que un equipo de fútbol participante en la Primera B. Sí un equipo, nada más.

El Llaneros de hoy es una real organización deportiva empresarial, vista con reconocimiento y que se aplaude a nivel nacional. Compite con éxito en el Torneo Betplay y en la Liga Femenina Betplay, tiene cerca de 3.000 jugadores, entre escuelas formativas y divisiones menores, en Soacha, Bosa (Bogotá), Barranquilla, Cartagena (Tierra Bomba), Cali, Quibdó y Villavicencio. Y que genera muchas fuentes de empleo con personal de formadores, técnicos y en el área de la administración.

El club llanerista toma parte en todos los campeonatos del fútbol aficionado departamentales y nacionales, cuenta con sede deportiva propia, y administrativa en el barrio El Caudal, es propietario de la ips Fusión Sports y posee su propia marca de ropa deportiva, Hedone Sports. En remojo tiene competir en la liga profesional de baloncesto.

Además, en su proyección empresarial innovadora, revolucionó con las tarjetas recargables llamadas primero de Beneficios, ahora de Asociados, y en pocos días o meses, a lo sumo, pondrá en circulación tarjetas débito y de crédito en convenio con Finandina; siendo, de hecho, el primer club del fútbol colombiano que entra en el sector financiero del país.

Pero hay más. En camino está ya la creación del Colegio Llaneros, que, en convenio con una fundación especializada en educación, se propone abrir matrículas en Villavicencio durante el segundo semestre de este año, e iniciar las clases en el comienzo del año lectivo de 2024. Será una institución educativa con enfoque académico y deportivo.

El milagro de Llaneros se llama Juan Carlos Trujillo, quien responde mensualmente por la muy elevada carga económica que significa soportar sobre sus hombros, una empresa con la magnitud y el tamaño de esta. De la que se enorgullece al decir que es de todos, porque se siente llanero. En cada una de sus acciones, por y para el club, transpira sentido de pertenencia por la tierra a la que llegó hace tres años, y que defiende e impulsa como suya.

Posdata: Injusto e ilógico sería dejar de reconocer el apoyo gubernamental que se brinda a Llaneros; ha sido un factor importante, sin duda, pero la propaganda no puede minimizar, opacar, ni desconocer la verdad, y es que, si no fuera por Juan Carlos Trujillo y su trabajo incansable, no existiría, de pronto, ni el pobre equipo que un día recibió en dos bolsas negras.

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