Creo que fue a finales del 53,o comienzos del 54 que bajé por primera vez al llano; debía andar entre los 10 u once años, y la bajada no fue propiamente al llano sino a un caserío de nombre Guayabetal en el departamento de Cundinamarca; ahí me recogió mi abuelo materno Célio Cortes Cárdenas el hombre químicamente más bueno que yo haya conocido; un boyacense fuerte, sabio y estoico que hasta entonces se estaba asentando en las montañas arriba de la Virgen de Chirajara donde había adquirido un predio para reiniciar su vida después de haber sido despojado de sus propiedades y desterrado de su terruño en el occidente de Boyacá al igual que el resto de su familia ,por el hecho de haber estado afiliado al partido liberal. Consecuencias de la llamada violencia política que yo no entendía en ese momento, porque lo que menos tenía mi abuelo Celio era características de violencia.
Acababa de asumir la presidencia de la república otro boyacense; El ingeniero y general Gustavo Rojas Pinilla, y según los comentarios de la región, comenzaba a respirarse un nuevo aire de paz y tranquilidad que no se tenía desde hacía muchos años.
Recuerdo ver y oír algunos tipleros que en las puertas de tiendas y cantinas del pueblo tarareaban algunas coplas referentes al cambio que se vivía. ”Guarde el machete y envaine la peinilla” decían haciendo alusión al cambio de actitud que debía ponerse en práctica.
También recuerdo una fotografía en la primera página de El Tiempo donde se registraba una larga fila de guerrilleros haciendo entrega de sus armas al ejército nacional que era comandado para tal fin en Villavicencio por el general Duarte Blum.
Tiempo después estudiando en Bogotá, me enteré del asesinato en el barrio Restrepo del comandante rebelde Guadalupe Salcedo. Algo similar aconteció con otro de los líderes guerrilleros Dumar Aljure.
La “bajada de Bogotá al llano, se hizo rutinaria en mis vacaciones escolares. Mi papá trabajaba en la explotación de madera en los altos de La Gloria, el Tabor y el Recuerdo arriba en las cordilleras de Chirajara .Inclusive, los cables por donde se bajaba la madera aserrada fueron tendidos por mi progenitor, obra que era elogiada debido a que su construcción y diseño habían estado a cargo de un tegüa en el oficio que no había tenido ninguna preparación académica.
Los aserradores y demás trabajadores eran traídos en su mayoría del departamento de Boyacá, así como del resto del país andino. En la medida en que esos trabajadores se cansaban o entraban en rutina, o simplemente por el deseo de aventura, abandonaban esa labor y el cuento era que se habían ido a probar suerte abajo, en el propio corazón del llano. Se volvió un mito que la gente que bajaba del interior, tenía como meta seguir Pá bajo en busca del gran atractivo y además una nueva y exótica forma de ganarse la vida.
Mi colega y amiga Gloria Esperanza Gómez, ha tenido la deferencia de invitarme a opinar en su periódico sin ninguna cortapisa en calidad de periodista deportivo. Pero como dicen, nosotros los periodistas deportivos también tenemos nuestro “corazoncito”, razón por la cual me he tomado el atrevimiento de hacer una inducción sobre lo que históricamente ha sido mi relación con el llano.
Que se reanuda en una segunda etapa ya en calidad profesional, cuando a mediados de la década del sesenta bajamos a transmitir lo que entonces era una novedad .LA DOBLE A VILLAVICENCIO, competencia ciclística que fue el comienzo de una perenne relación Bogotá Los Llanos a través del deporte.
Por ahora creo suficiente ésta inducción de lo que será mi participación más humilde y cariñosa que cualquier pretensión de tipo dogmático en la actividad deportiva. Lo que se trata es de hacer un histórico homenaje y todo lo que signifique un justo reconocimiento a los hermosos llanos orientales de Colombia. Gracias